Pasar al contenido principal

La ética dentro de la Religión

Estocismo

Un primer ejemplo, pero con muchos matices, de la mezcla entre ética y religión podríamos encontrarlo en el pensamiento estoico, al menos en algunos pensadores, si bien hay que recordar, como aparece señalado en la discusión teórica de la existencia de Dios (enlace), que no es un pensamiento ligado a ninguna de las 3 grandes religiones, ni tampoco el concepto de Dios se asemeja al que en estas aparece. Por poner un ejemplo, Zenón de Citio pensará que Dios es un ser material perfecto, que termina identificándose con el mundo. La filosofía estoica se aproxima así a un panteísmo que tendrá importantes influencias en su ética. Si la naturaleza es Dios, el hombre deberá aceptar de un modo imperturbable lo que ésta disponga. La muerte, la enfermedad o los avatares de la vida deben ser asumidos tal y como vienen, sin permitir que alteren el ánimo del hombre. El estoico busca un estado interior equilibrado e inmutable, y su mantenimiento se convierte en una de las tareas vitales. Evidentemente las relaciones con la religión no son nada claras (en el mejor de los casos, se trataría de una religión panteísta). Mucho se ha discutido sobre la vinculación de Séneca al cristianismo, y, ya en la modernidad, Spinoza será declarado ateo, lo cual es especialmente significativo si recordamos que su ética está formada también por ideas heredadas del estoicismo.

Edad media

La vinculación entre ética y religión quedará mucho más clara en el pensamiento medieval. Particularmente ilustrativos, y siguiendo así con los ejemplos que hemos propuesto al hablar sobre la existencia de Dios (enlace), son los casos de Agustín de Hipona y Tomás de Aquino. El primero propondrá una ética de corte teológico, en la que la vida del hombre debe orientarse hacia Dios. El hombre debe buscar a Dios por dos caminos: interioridad y trascendencia, y se pasará por un proceso de iluminación progresiva, hasta lograr un íntimo encuentro con Dios. Las influencias platónicas son a este respecto bastante claras: basta colocar a Dios en el lugar de la Idea de Bien para hacernos una idea general de la ética agustiniana. Los valores y las normas morales, además, están en la mente de Dios (en el mundo de las Ideas, diría Platón), y el hombre debe mantener una permanente actitud de búsqueda hasta llegar a su conocimiento.

En el caso de Tomás de Aquino se dejará notar mucho más el influjo de Aristóteles: la ética del aquinate es ante todo una ética naturalista. Dios ha dejado escritas las leyes en la naturaleza y el ser humano debe limitarse a cumplirlas. El hombre debe fijarse en la naturaleza para saber cómo comportarse, y los comportamientos que sean antinaturales deben prohibirse y evitarse. La creación es ya la orientación de las criaturas hacia Dios, que es también el fin último de la ética. Dios es el télos del hombre que tiene una tendencia natural hacia el conocimiento de Dios. La ética tomista defenderá la ordenación de todas las criaturas hacia Dios siguiendo las pautas o señales que el creador ha dejado impresas en la naturaleza.

Renacimiento, modernidad e Ilustración

Al finalizar la edad media, y coincidiendo con la entrada del renacimiento, la ética y la religión comenzarán a separarse. Cuando se pasa de las sociedades geocéntricas medievales a las antropocéntricas renacentistas, el mundo también cambia de dimensión. Progresivamente irá dejando de ser un mundo hecho a la medida de Dios para convertirse en un mundo a la medida del hombre. Evidentemente, el proceso será muy lento, y se verá muy impulsado por la Ilustración. Particularmente significativo puede ser el caso de Descartes: entregado a la tarea de construir un nuevo método, habla de una “moral provisional”, válida mientras se construye una más sólida que Descartes nunca llegó a proponer ¿acaso por el posible conflicto con ideas religiosas?

Blas Pascal

Un caso especial es el de Blas Pascal. En sus Pensamientos aparece un curioso argumento a favor de la existencia de Dios, que, si bien no vincula la ética con la religión, sí tiene implicaciones prácticas (y por eso lo incluimos aquí): se trata del argumento de la apuesta (enlace a la cita de Pascal, que es el argumento en cuestión). El argumento trata de convencernos de que vivamos “como si” Dios existiera, pues nada tenemos que perder y podemos ganar una vida infinita. En cualquier cálculo de cualquier apuesta, una posible ganancia infinita supera con mucho a cualquier pérdida que sea finita. Como ésta es la situación a la que, según Pascal, nos enfrentamos, el hombre, si quiere ser racional, debería apostar con su vida que Dios existe.

Immanuel Kant

Ya dentro de la Ilustración, el pensamiento kantiano nos ofrece una buena muestra de la tensión existente entre ética y religión. Cuando Kant trata de elaborar normas morales, que en su filosofía tomarán la forma del imperativo categórico, aspira a fundamentarlas en la razón humana, hasta el punto de que su propuesta ética debería ser válida incluso para un mundo de diablos, siempre que estos fueran racionales. Basta con tener uso de razón, o al menos a eso aspira Kant, para que se descubra el contenido racional propio de los imperativos. A este respecto, parece que la propuesta kantiana aleja la ética de la religión, al proponer esta construcción racional de los imperativos. La pregunta ¿cómo debo comportarme? puede responderse desde criterios racionales. Sin embargo, no todo es tan sencillo como pudiera parecer.

Sin embargo, si lo que quiero saber es ¿por qué debo obrar bien?, la respuesta no es tan sencilla. Aquí recurre Kant a los postulados de la razón práctica. Por así decirlo, son condiciones necesarias para que se pueda crear una moral: de la misma forma que la geometría necesita postular la existencia de puntos o líneas, en moral necesitamos una serie de postulados que garanticen que hay un orden moral superior, y que por tanto tiene sentido comportarse de acuerdo a la moral. La existencia de Dios es, a juicio de Kant uno de estos postulados: si Dios no existe puede que el individuo no tuviera una motivación suficientemente fuerte a obrar bien, pues no va a recibir ningún tipo de recompensa. Kant recupera en el plano de la razón práctica algunas de las ideas que se habían perdido por los límites de la razón teórica. La ética de Kant es la ética de la autonomía: es el propio sujeto el que debe darse las normas a sí mismo. Pero, en la medida en que la última garantía de que al final triunfará un orden de justicia es la existencia de Dios (entre otros postulados como, por ejemplo, la inmortalidad del alma), podríamos encontrarnos con casos de individuos que, al no creer en que realmente vayan a ser recompensados, decidan actuar en contra del imperativo, aprovechando una posición de privilegio o ventaja respecto a los demás. En cualquier caso, la posición de Kant respecto a la religión debe inscribirse siempre dentro de parámetros ilustrados: basta complementar sus grandes obras con otros escritos como La religión dentro de los límites de la mera razón, donde también aborda la relación entre ética y religión. La tensión entre ambas está presente en muchas de las obras de Kant, y sigue siendo un tema controvertido y discutido aún entre los intérpretes actuales.

Filosofía contemporánea

A partir del siglo XIX la separación entre ética y religión será cada vez mayor. En el siglo XIX muchos autores critican la idea de Dios. Con todo, no debemos caer en simplificaciones: en el siglo XIX aparece también la influencia de otras religiones, como la budista o el hinduismo. Schopenhauer será uno de los primeros filósofos occidentales modernos en interesarse por el estudio de estas religiones, cuyo influjo se puede apreciar en toda su filosofía. El mismo concepto de voluntad, o la concepción del mundo como mera representación, como un velo de sensaciones, son claros ejemplos de ello. El pensamiento de Schopenhauer es una forma más de abrir vías y formas de diálogo entre la filosofía occidental y las religiones orientales, y una manifestación más de la relación entre ética y religión.

Igualmente, a los enfoques críticos, se sumarán también, ya en el siglo XX, posturas cristianas como el personalismo de Mounier o la filosofía de Gabriel Marcel. Ambos pensadores reivindican la recuperación de un fondo cristiano para la ética, y se entiende a Dios como un componente esencial y necesario para comprender al ser humano, y poder orientar su comportamiento. Tras la segunda guerra mundial, aparecen también otras propuestas que abogan por la recuperación de la religión, como puede ser la del mismo Max Horkheimer, que tras desengañarse respecto a la capacidad de la razón para realizar la Ilustración, volvió su mirada a esferas no estrictamente racionales, como la religión judía. En nuestro país, también en el siglo XX, hay otros ejemplos de filósofos que han defendido que debe mantenerse la relación entre la ética y la religión. Con teorías y perspectivas distintas cabe citar a autores de la talla de X. Zubiri, Pedro Laín Entralgo, o José Luis Aranguren, uno de los mayores expertos españoles de ética de la segunda mitad del siglo XX. A juicio de Aranguren la ética no debe disolverse en la religión pero tampoco debe haber una ruptura radical entre ambas. Para el filósofo abulense, la ética nos abre o nos entrega a la religión. Como se ve, la discusión sobre la relación entre ética y religión sigue aún viva y recibiendo nuevas aportaciones desde distintas corrientes y autores.